Estela Benítez, una mujer residente en Ciudad Evita, en Argentina, se encontraba en un restaurante de comida rápida el pasado sábado cuando se encontró con algo que jamás hubiera imaginado.
Estela trabaja haciendo la limpieza de una casa, es el único trabajo que ha conseguido y es la manera que tiene de sacar adelante a sus 3 hijos tras haber enviudado dos meses atrás.
Pero de pronto, un maletín abandonado llamó poderosamente su atención. Procedió a abrirlo y no podía creerlo, en su interior había muchísimo dinero, pero tenía claro que no le pertenecía.
Decidió llevarlo a casa con el sólo objetivo de dar con su dueño y devolvérselo. Junto a sus hijos, contaron el dinero y descubrieron que se trataba de la gran suma de 100,000 pesos argentinos, lo que equivale a casi 3,000 dólares. ¡Una cantidad que le vendría bien a cualquiera!
«Yo tuve la enseñanza desde que era niña de que no podía tomar lo que no fuera mío», dijo Estela.
Aunque Estela habría tenido motivos de sobra para apropiarse del maletín ajeno, ella sabía que debía ser fiel a los principios inculcados por sus padres desde niña y los que ella misma ha sembrado en sus hijos: la honestidad por encima de todo. «Nunca se me pasó por la cabeza quedarme con el dinero», declaró a los medios la mujer.
Fue entonces como decidió dar con el paradero del dueño, el maletín tenía toda la documentación pertinente. Con la ayuda de su hijo Enrique, pudieron contactar al dueño y descubrieron que pertenecía a un hombre, llamado Javier, cuyo dinero era producto del esfuerzo para celebrar los anhelados 15 años a su hija.
Estela quedó con el hombre y su familia en su humilde domicilio para hacerles la entrega del dinero.
Al parecer, la hija de Javier había esperado con ansias su fiesta, como cualquier adolescente, pero seguramente si no habrían devuelto ese dinero, la pequeña habría tenido que olvidarse de su celebración para siempre.
Fue por eso que cuando el hijo mayor de Estela, Enrique, fue entrevistado a los medios, habló sobre todo de la alegría indescriptible que sintió:
«Ponerse en los pies del otro y actuar como quisiera que actúen con nosotros», es lo que dijo Enrique que les llevó a actuar así.
«La sensación más bonita que uno puede recibir, ver a la otra persona agradecida», continuó.
«Era el sueño de una hija y ese dinero es el esfuerzo de un padre, de levantarse todos los días, ir a trabajar, y uno no se puede quedar con algo que no le pertenece. El mejor premio es ver una familia feliz y ver que se hizo lo que se tenía que hacer», concluyó.
En respuesta al gran gesto, Javier hizo un regalo a Estela, que seguramente supuso prescindir de algún detalle para la fiesta de su hija. Pero el buen accionar de la mujer y sus hijos, debía ser recompensado.
Es un gesto que nos deja una gran lección sobre la honestidad y saber que todavía se pueden esperar cosas grandes de la humanidad. Es gratificante encontrarse con mujeres como Estela, para las que ciertos principios no se discuten. ¡Cuánto por aprender! Comparte esta historia con tus amigos.