A la mañana siguiente del día de Reyes, un impresionante suceso puso en vilo a las autoridades civiles y a los funcionarios del Centro Penitenciario de Asturias, al norte de España.
A primera hora del domingo encontraron al preso Gonzalo Montoya Jiménez, de 50 años, sin aparentes signos de vida en su celda, el mismo que permanecía sentado en una silla y en su cuerpo no había señales de que hubiera sido agredido. La alarma sonó a la hora del desayuno cuando el recluso no apareció en un recuento y entonces lo encontraron en su celda en tales condiciones.
Como es el habitual proceder en estos casos, primeramente fue examinado por dos médicos del penal, con una larga trayectoria profesional, quienes después de la revisión certificaron su fallecimiento. Posteriormente, lo hizo también un tercer médico forense de la comisión judicial. Y tras comprobar la carencia de pulso, el juez acordó el levantamiento del cadáver y ordenó la realización de la autopsia para establecer las causas del deceso del convicto.
Entonces, el supuesto cadáver de Gabriel Montoya fue enviado en una bolsa cerrada al Instituto de Medicina Legal de Oviedo para practicarle la autopsia. Mientras tanto, desde el Centro Penitenciario se contactaban con los familiares de Montoya para comunicarles de la noticia.
Pero los médicos forenses no podían caber en su asombro, cuando al llegar el cuerpo del preso en la bolsa comenzaron a escuchar unos ruidos extraños que provenían de su interior.
Y no resultó ser otra cosa que Gabriel Montoya Jiménez, quien no estaba muerto.
Frente a lo evidente, y sin poder dar crédito a lo que oían, inmediatamente procedieron a abrir la bolsa y se encontraron al preso todavía con vida. De modo que fue trasladado de urgencia al Hospital Universitario Central de Asturias de Oviedo (HUCA), en una ambulancia, según informaron medios locales.
Hasta el domingo por la tarde, Montoya permanecía en el hospital, escoltado por agentes de la Guardia Civil.
Fuentes han informado que en la víspera de Montoya ser encontrado supuestamente inerte en su silla, se había encontrado indispuesto.
Ahora se han abierto las investigaciones para lograr determinar las causas que rodean a la “resurrección” de Montoya.
Fuentes próximas a lo ocurrido, consideran que podría tratarse de un caso de catalepsia, en la que los signos vitales de la persona afectada se desvanecen por completo, haciéndose casi imperceptibles.
Un portavoz del Centro Penitenciario dijo:
«No puedo comentar sobre lo que sucedió en el Instituto de Medicina Legal, pero tres médicos han visto signos clínicos de muerte, por lo que todavía no está claro en este momento por qué ocurrió esto».
Una fuente policial dijo: «Recibimos la llamada original para pedirnos que asistiéramos a la cárcel porque un preso había muerto y actuamos de acuerdo con el protocolo… Lo llevaron a una autopsia sin presencia policial porque en ese momento se pensó que estaba muerto».
«La segunda llamada que recibimos pidiendo asistencia policial para llevarlo al hospital y vigilarlo mientras estaba allí por obvias razones de seguridad, definitivamente fue una sorpresa».
Un portavoz del hospital, por su parte, confirmó que el paciente estaba en cuidados intensivos, pero dijo que no podía comentar sobre su estado, aunque una fuente dijo que su vida no estaba en peligro ahora que estaba siendo atendido en el lugar adecuado.
Los familiares lo han estado visitando en el hospital y se dice que sienten una mezcla de alivio e indignación, aunque ninguno de ellos ha hecho ningún comentario público al respecto.
Es un suceso que no ha dejado de causar gran conmoción entre las autoridades, y evidentemente entre sus familiares. Hasta que las investigaciones no avancen, no se podrán hacer elucubraciones, y aunque no sabemos los antecedentes en torno a su supuesta muerte y posterior “resurrección”, lo cierto es que la vida le ha dado una segunda oportunidad a este convicto, que ahora se recupera.
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