En la actualidad vivimos inmersos en la preocupante cultura de exhibición y de apariencias, un mundo en que lo que importa es lo que mostramos a los demás, despojándonos de nosotros mismos, buscando constantemente una aprobación social de terceros. Y esto que pareciera que aqueja exclusivamente a los jóvenes, ahora ya es considerado por los psiquiatras como una patología severa, dotándole incluso de nombre propio, la “selfitis”.
Y es que alrededor un millón de selfies se comparten diariamente en las redes sociales. Además del terrible fenómeno narcisista que hay detrás, esta tendencia tan habitual en la red podría pasar factura, especialmente cuando hay verdades muy reveladoras que podrían llegar a delatarte, más rápido de lo que imaginas.
Es lo que le sucedió a esta joven, para quien un selfie será el precio de 7 años tras la rejas.
El 25 marzo de 2015 el cuerpo de Brittney Gargol, de 18 años, apareció en una carretera de Saskatoon, Canadá.
Se trataba de un homicidio, y a pocos metros del cadáver aparecía el arma asesina: una correa, con la que presuntamente la joven habría sido estrangulada. Pero aunque contaban con la evidencia, para las autoridades fue un caso nada sencillo.
Cheyenne Antoine, de 21 años, la supuesta mejor amiga de Brittney, fue la última persona en verla con vida.
Brittney Gargol
Según sus declaraciones iniciales, ella relató que habían salido de bares la noche anterior y que la había visto hablar con un hombre desconocido, después de lo cual ella se marchó del lugar.
Pero ella no contó con que las cámaras de seguridad desmentirían su versión, ya que en los bares que mencionaba haber entrado, no había rastro de ninguna de las jóvenes.
La versión de Cheyenne cada vez perdía fuerza, hasta que la selfie delatadora y un mensaje posterior vino a ser la guinda del pastel que la puso en evidencia por completo.
Seis horas antes del crimen, Antoine publicó en su red social una imagen con su mejor amiga Brittney.
Pero no contaba con un mínimo detalle, que las autoridades sí fueron capaces de percibir: portaba la misma correa encontrada en la escena del crimen.
La evidencia no quedó ahí, sino que tras haber lanzado el cuerpo de la víctima a la calle, compartió un descarado mensaje en el muro de Gargol:
“¿Dónde estás? No he escuchado de ti. Espero que hayas llegado sana y salva a la casa”.
Aunque todas estas pistas contribuían de modo decisivo para culpabilizar a Antoine del crimen, no eran suficientes. Pero finalmente dieron con un testigo que sí pudo corroborar el hecho. Había escuchado cómo la joven confesaba haber matado a su amiga.
Ante tales acusaciones, Antoine se desarmó frente a los tribunales y confesó haber estado borracha, y aunque en un principio dijo no recordar el incidente, después se declaró culpable. Tras sus declaraciones recibió la condena de 7 años de prisión.
En una declaración emitida a través de su representante legal, Antoine dijo:
«Nunca me lo perdonaré a mí mismA… Nada de lo que diga o haga volverá a traerla. Lo siento muchísimo … Esto no debería haber pasado nunca”.
Es una dolorosa noticia. Nos solidarizamos con los familiares de la víctima y esperamos que la pena sea suficiente para que la joven asesina aprenda la lección. ¿Si esas son las amigas, para qué enemigas?
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