Todos hemos estado alguna vez demasiados dormidos o atontados como para ganarnos el título de despistados. Cuando nos levantamos de la cama después de una noche de poco dormir y aún sentimos ese amodorramiento, podemos ponernos las medias dispares. Hay quienes incluso se van a la calle con zapatos similares, que no hacen pareja.
Por lo general, cuando estamos amodorrados, es precisamente cuando menos hábiles somos ante algunas órdenes que hay que cumplir inmediatamente. Si estabas profundamente dormido y de pronto te despiertan abruptamente para que hagas algo, lo más seguro es que no te desempeñes nada bien y el resultado sea para la risa.
Algo así le ocurrió a este pobre niño de una escuela ubicada en Cavite, Filipinas. El pequeñito se llama Dean Lewis Pagtakhan, tiene sólo cuatro años y tal y como le ha pasado a todos alguna vez en su vida: se quedó profundamente dormido en su clase.
Llegado el fin de la jornada escolar, los alumnos recogen sus cosas y se retiran del aula, mientras Dean continúa dormido plácidamente sobre su mesita de trabajo. Los niños forman fila para salir ordenadamente del salón cuando la maestra, que nota que Dean no se incorpora, acude a su puesto para ayudarlo a recoger sus útiles y meterlos en su mochila.
ANg dami mo napatawa na bata ka???Pumasok ng skul para lang matulog??,At ginawa mo pang bag yung upuan?????Dami mo napasaya
Publicada por Agnes Ravelo Orillos en Miércoles, 29 de agosto de 2018
Uno de los compañeros de Dean también se acerca, para comprobar en breves segundos que todo esté bien. Los niños finalmente salen, pero el durmiente no da indicios de abandonar su profunda siesta, así que la maestra le retira el cuaderno y otra de las asistentes escolares entra para despertarlo.
El chiquillo se despierta como sonámbulo. Lo primero que hace después de incorporarse es tomar la silla vacía que tiene a su lado y, sin prestar la más mínima atención a sus acciones, se la cuelga de los hombros, como si el mueble fuese su verdadera mochila, la cual sigue en su puesto de trabajo.
Ni siquiera el trabajo que le tomó al pobrecito Dean colgarse la silla como si fuese una mochila lo hizo espabilarse de su somnolencia. Al ver lo que hace el pequeñito, las maestras comparten algunas risas y una de ellas, casualmente la que lo ayudó a recoger sus cosas, comienza a grabarlo con su teléfono.
Todos mueren de risa y dejan a Dean que se dé cuenta de lo que hace por sí solo. Antes de salir del aula, el pequeño se da cuenta de la torpeza y deja la silla a un lado, abandonando el recinto aún atontado y sin percatarse de que dejó la verdadera mochila.
La maestra que le despertó, toma sus cosas y va tras él, para comprobar que está totalmente consciente y puede marcharse a casa.
Ciertamente, es importante que eso le puede pasar a cualquier persona, incluso a un adulto. Y no nos gustaría ser blanco de burlas en ese momento de debilidad. Esperemos que la próxima vez el pequeño Dean vaya con el sueño repuesto a clase y así evite esa pequeña vergüenza. De todos modos, no deja de ser una anécdota divertida que tendrá para contar y recordar con su amigos en el futuro.
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