Un padre devastado ha revelado que no encuentra fuerzas ni siquiera para ir a trabajar, ni cuidar solo a sus tres hijos después de que su esposa cayera en coma y perdiera la vida tras el nacimiento de su tercer hijo. ¡Es desgarrador!
Becky Parry estaba preparada para dar a luz por cesárea y su esposo Brett conocía de sobra al equipo médico, ya que era enfermera. De hecho, uno de los médicos le había dicho: «No te preocupes, Brett, que Becky está en las mejores manos». Pero tristemente, la siguiente vez que lo vio fue en el funeral de su esposa.
Tras dar a luz al pequeño, Becky entró inmediatamente en coma y luchaba por su vida. Pero la enfermera de 32 años, sufrió un paro cardíaco fulminante, después del cual nunca se despertó. Y en menos de 3 días, ella abandonaba este mundo dejando a su marido destrozado, al cuidado de sus 3 hijos.
La muerte de Becky fue un golpe duro para toda la familia y para sus colegas, que todavía no entienden cómo sucedió. Todo estaba controlado, y jamás imaginaron que su parto fuera un riesgo porque nunca había tenido problemas en sus embarazos.
Ahora, 5 semanas después de la tragedia, Brett es un viudo de 32 años, que cuida de los pequeños Ashton, de 9 años; Dolcie-Belle, de 5; y el recién nacido Hudson, mientras lucha con el trauma de la pérdida prematura de su esposa.
«Becky estaba perfectamente bien cuando fue a dar a luz. Y ahora no la volveremos a ver. No parece real», dijo Brett. «Tengo su bolso del hospital en el suelo, no me atrevo siquiera a abrir su armario».
«Cada noche, a las 8:30, pongo a los niños en la cama y me acuesto con ellos porque no hay ninguna Becky con quien hablar, nadie a mi lado en el sofá, nadie con quien compartir los silencios».
«Yo cocino. Lavo la ropa. Cambio los pañales, esterilizo los biberones, preparo las comidas cada cuatro horas. Solo me estoy riendo, arremangándome las mangas».
«No puedo derrumbarme, no puedo lamentarme, porque hay entrenamiento de fútbol de Ashton, hay clases de baile de mi niña, hay almuerzos por preparar, tareas por supervisar y un bebé para cuidar… La vida sigue… Y lo que me queda es hablar con Becky, nunca pensé que lo haría, pero lo hago».
El desesperado padre ha dicho que es más duro de lo que imaginó, «es un dolor indescriptible por todo tu cuerpo, creo que es el dolor de la muerte».
Brett relató cómo fue el duro momento en que su esposa ni siquiera llegó a abrazar a su hijo porque enseguida se dispararon las alarmas y más de 15 médicos entraron para socorrerla. Pero claramente él ya sospechó lo peor.
Pero en un momento dado, el médico le comunicó que ante la falta de oxigenación en el cerebro, si es que llegaba a salir del coma, lo más seguro es que quedaría en estado vegetatitvo.
Después las pruebas revelaron que tenía muerte cerebral, y toda esperanza se desvaneció. E inmediatamente se hicieron los preparativos para desoncectarla de su soporte vital.
«Me despedí de ella. Estaba demasiado molesto como para permanecer en terapia intensiva con ella por más tiempo, no quedaba rastro de lo que fue en vida. Le di un beso en la cabeza y le dije que la amaba. Le prometí que sacaría a los niños lo mejor que pudiera. Me dijeron que no sufría dolor».
Y entonces llegó la prueba más dura, llevar él sólo a los 3 niños a casa y cuenta cómo esa noche se derrumbó. Tenía que comunicarles a los pequeños de la muerte de su madre. Así que siguiendo el consejo de los médicos, sin dorar la píldora, se los dijo: «Mamá se ha ido al Cielo y no va a volver nunca más. Vamos a extrañarla, pero la recordaremos y eso le hará sentir orgullosa». Y cuenta que lo entendieron, y se fueron callados.
Brett y Becky eran conocidos como la pareja pefecta, que se amaron desde adolescentes. Becky había atendido a miles de enfermos en su lecho de muerte, y la recordaban con un corazón de oro.
En septiembre de 2017 habían decidido tras largos años de vida en pareja y con 2 hijos, formalizar su unión comprometiéndose en matrimonio. Ese día estaban resplandecientes.
Por su parte, Brett se ha limitado a sostener a sus hijos y aguantar sus preguntas incesantes de ¿cuándo volverá? o ¿de quién es ese ataúd?. Claramente, los pequeños no terminan de asimilarlo, y quedará un largo camino hasta que lo logren.
Mientras tanto, tanto la familia de Brett, como la de Becky, se han unido para ayudar en lo que haga falta, y crearon una página de recaudación de fondos.
«A menudo vamos a visitar su tumba, nos acostamos junto a ella durante media hora en el cementerio y regamos flores, y los niños piensan que es un juego», concluye Brett.
Es un desgarrador testimonio. Vale la pena compartirlo y recordar la importancia de que valoremos cada segundo de los seres que amamos cuando están a nuestro lado.